Brasil 2014, un mundial que ha dado y sigue dando mucho de que hablar, sin duda. Y ahora que estamos en fechas en las que cada encuentro es decisivo, era para mi casi obligación dedicarle una entrada en mi blog.

¿Harto del Mundial? Prueba alejarte de la civilización como lo hace el chico en la peli «Into the wild» a ver si así logras librarte 😉
Y es que no importa que tanto te guste o no el deporte rey, o que tanto estés o no de acuerdo con las condiciones en las que se dio este mundial de Brasil, lo cierto es que es casi imposible que no te salpique lo que ocurre en este evento deportivo (al menos que vivas en un búnker o al mejor estilo de la película «Into the Wild») . Y, por qué? Pues simple y llanamente porque… es EL MUNDIAL! Y ya está, no hay que dar más explicaciones 😉 Y este año además vuelve a América, continente en el que además, tuvo origen este gran evento.
Como amante del fútbol, me cuesta un poco digerir la innegable química y relación que ha existido siempre entre los mundiales y la política, y lo peor, como en algunos casos hasta se cae en aquello de Panen et circenses (Pan y circo), esa estrategia de hacer espectáculos circenses para mantener, en tiempos del Imperio Romano, al pueblo en calma y conservar así el statu quo. Solo que ahora se cambia el coliseo por el estadio, y vemos que falta el pan… La gente quiere entretenimiento, sí, pero primero «pan» y esto parecen tenerlo muchos muy claro en Brasil, tanto así que han querido aprovechar esta vitrina mundial que da el fútbol para poner al Estado contra la pared ante la opinión pública internacional. Cuando vemos a un país que siempre ha sido conocido por sus leyendas futbolísticas, la samba y el carnaval, haciendo de lado estas cosas, para reclamar muy seriamente la falta de otras, no puedes menos que pensar que algo anda mal… Lo cierto y único que se puede decir con certeza al respecto es que lamentablemente, si echamos una mirada histórica a la relación que ha existido entre la política y los mundiales de fútbol desde sus inicios, lo que ocurre en Brasil no es novedad…
La historia de este evento deportivo empieza en 1930 cuando éste se celebró en Uruguay para conmemorar el centenario de su primera Constitución y en reconocimiento a que la selección charrúa había ganado los campeonatos de fútbol en las olimpíadas de París 1924 y Ámsterdam 1928. Los uruguayos invitaron a todas las potencias del fútbol, pero el contexto geopolítico en el que se situaba el mundo de la época hizo que no asistieran, dicen que en parte por soberbia, Italia, Inglaterra y Alemania, argumentando los altos costos del viaje y los efectos de la Gran Depresión de 1929. En el caso de Italia, esta no asistió en 1930 porque esperaba ser la sede de ese mundial, sede que se le otorgó posteriormente en 1934 y que Benito Mussolini aprovechó para hacer propaganda del fascismo, que estaba en el poder en ese país desde 1922.
De hecho le dijo a Giorgio Vaccaro, en su momento presidente de la Federación Italiana de Fútbol y quien defendía “el ideal fascista que representa el deporte”, lo siguiente: “No sé cómo hará, pero Italia debe ganar este campeonato”, y después, ante la respuesta tímida del dirigente, prosiguió: “No me ha comprendido bien. Italia debe ganar este mundial. Es una orden”. Mussolini no era un entusiasta del deporte rey, pero pronto se dio cuenta de la posibilidad de aprovechar este deporte como instrumento de propaganda política, tanto a nivel nacional, para ganarse el apoyo tanto de los sectores populares como de la comunidad internacional y para exaltar a Italia, en momentos de crisis del modelo demócrata- liberal, como potencia mundial emergente. Para quien quería reinstaurar el Imperio Romano resultaba oportuno volver a la política del panen et circenses.
En ese entonces al igual que ahora, el fútbol permitía impulsar los sentimientos nacionalistas de las masas. De hecho las dictaduras aprovecharon al fútbol para demostrar ante el mundo su presencia y consolidar la unidad del país a través de este, nuevamente cuando Italia gana el Mundial de Francia 1938 y en Argentina 1978, en plena dictadura militar de Videla. Ese año, el ex dirigente brasileño de la FIFA dijo con toda seguridad: «Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de Argentina y como esta está más apta que nunca para ser la sede del torneo». En retrospectiva y según la opinión de muchísimos argentinos, sus palabras graficaban una imagen equivocada del país, una postal que calzaba perfecto con los intereses del dictador Jorge Rafael Videla. No es difícil ver como la historia de alguna manera se repite este 2014 en Brasil, pero esta vez no siendo tan fácil de ocultar la realidad que allí se vive, y todo gracias a que vivimos en una era en la que internet y las redes sociales, permiten que todos podamos ser una especie de reporteros, por así decirlo.
No obstante, el fútbol no ha sido solo utilizado por las dictaduras y de hecho su expansión ha sido resultado del ascenso histórico de lo que podríamos llamar democracia capitalista. El triunfo de la Alemania occidental y capitalista en 1954, simbolizó, en su momento, el renacimiento de esta nación después de la Segunda Guerra Mundial, pero también la demostración incipiente de superioridad frente a la Alemania oriental y comunista, que se desquitó de esto en sus impresionantes participaciones en los Juegos Olímpicos durante la Guerra Fría. También se manifestó este conflicto entre capitalismo y comunismo, en este caso inglés, cuando se intentó no admitir la participación de Corea del Norte en el Mundial de 1966, que finalmente la FIFA impidió. Vemos también como los mundiales han representado “revanchas políticas históricas”, como la que obtuvieron los argentinos ante los ingleses en México 1986, cuatro años después de la Guerra de Las Malvinas, que los primeros perdieron ante Inglaterra.

Los capitanes de las dos Alemanias separadas por el Muro de Berlín se saludan en un encuentro correspondiente al Mundial de 1974.
Sin embargo, y esto es algo positivo por donde se mire, vemos como el Mundial de Fútbol ha sido un importante elemento de integración cultural, como sucedió con la multicultural selección francesa (recordemos a un brillante Zidane de origen argelino) que ganó el mundial de 1998, que representaron no solo un triunfo nacional, sino también un reconocimiento de la identidad mucho más amplio. Así el fútbol ha contribuído en Europa a combatir el racismo en ese continente, haciendo ver que cuando el fútbol va a la nación integra más que cuando la política va al fútbol.
Por otra parte, si vemos en retrospectiva a los jugadores a lo largo de la historia de los mundiales encontramos hechos bastante interesantes. Se podría comenzar con el caso de Matthias Sindelar, que ante la Anchluss en 1939 (anexión de Austria por parte de Alemania) se negó a jugar para el equipo germano y en cambio sí, en un partido amistoso entre Austria y Alemania, para burlarse en el festejo de las autoridades nazis. Posteriormente este jugador fue perseguido por los nazis y hallado muerto en su habitación, junto a su compañera, en extrañas circunstancias.
Tenemos a Johan Cruyff, de la Naranja Mecánica, quien se negó a ir a Argentina 1978 debido a la dictadura que en este país imperaba; y de la misma Argentina el caso de Maradona, quien apoyó al gobierno de Alfonsín después de la dictadura y posteriormente tomó partido, de manera pública, por Castro, en Cuba y por Chávez, en Venezuela. Tanta es ya la relación de la leyenda del fútbol argentino con Venezuela que esta siendo considerada para dirigir próximamente la selección nacional de ese país (veremos si al final se concreta el trato o no). En Colombia, esta el caso del Pibe Valderrama haciéndole campaña a Samper en 1994 y cuando el presidente Santos se reunió con los jugadores nacionales durante el Mundial Sub 20 de Colombia en 2011 para hacerles ver Invictus de Clint Eastwood, mandando así un claro mensaje de «deporte como estrategia de unidad y construcción de nación». Otro caso curioso, también en Colombia, es el de Belisario Betancur, que en un acto de sensatez, canceló el mundial que iba a realizar Colombia en 1986, realizándose este al final en México. Muchos además coinciden en que las campañas presidenciales de Colombia (que siempre coinciden con los mundiales de fútbol) hacen un extenso aprovechamiento del popular deporte con fines políticos.

A la izquierda Samper con el Pibe Valderrama y a la derecha Maradona con Fidel Castro y el difunto Hugo Chavéz.
De este recorrido histórico se puede decir que el mundial de fútbol, al convertirse con el tiempo en el deporte más seguido del mundo, permitió a Latinoamérica hacer sentir su presencia en el ámbito mundial del deporte y llegar a estar mano a mano con Europa, continente donde se originó el deporte en sí. Se dice que de América Latina salen los mejores jugadores del mundo aunque estos jueguen en las mejores y más conocidas ligas del mundo, que están en Europa. Así vemos por ejemplo, a un Messi del FC Barcelona y a un Di María del Real Madrid, dos clubes archienemigos de la liga española, jugar juntos bajo los colores de la albiceleste. ¿Integración o una manera de llevar una supuesta rivalidad América latina vs Europa al terreno del fútbol?
Para cerrar, dos hechos innegables: Uno es que los mundiales contribuyen a un reconocimiento internacional de las diferencias en la pluralidad y que por esto es mejor cuando el fútbol va a la política que cuando la política va al fútbol, salvo, curiosamente, cuando los ciudadanos, como en el caso de Brasil, atacan, no al fútbol, sino a las cifras astronómicas que se gastan FIFA, empresarios y políticos, dejando relegados asuntos de mayor prioridad para la población del país. Y el otro hecho, quizás el más real y palpable de los dos es que el mundial sigue su curso, pero la polémica así ya no haga tanto ruido, sigue y seguirá estando servida.




