Ahora que estamos en pleno invierno, se me vino a la mente esa bebida para algunos «hedonista» y para otros casi una necesidad: el vino.
Recientemente Ofertia, una plataforma web con información sobre ofertas locales, publicó un ranking de los países que más consumen vino, encontrándose en éste varias sorpresas. Por ejemplo, el caso España. Un país archiconocido por sus vinos, esta «apenas» en el puesto 16 del ranking. ¿Y a que no adivinan qué país esta muy por encima de todos? Pues nada más y nada menos que: ¡El Vaticano! Tanta es la diferencia con el «segundo puesto» que le asignaron la posición «cero».
En este ranking vemos además que El Vaticano tiene un consumo de casi 74 litros anuales, es decir, unas 100 botellas por persona/año. No hay una explicación única o evidente a un consumo tan alto. Muchos pensaran que será por el vino de la Eucaristía, pero nada tiene que ver, ya que de éste apenas se toma un sorbo, y constituye un tipo de vino especial que no se vende en tiendas. Lo que da este lugar al Vaticano son sus peculiaridades fiscales, impuestos más bajos incluso que en Italia, y su censo de menos de 1000 habitantes, la mayoría hombres de edad avanzada.
En cuanto al caso España, vemos que a pesar de ser uno de los líderes mundiales en superficie de viñedo y una potencia en exportación, no ocurre lo mismo con el consumo, o al menos no en la proporción que se podría esperar por ser país productor. La Organización Internacional de la Viña y el Vino sitúa en algo menos de 20 litros por persona/año, y con tendencia a la baja, muy evidente en los últimos veinte años.
En 1992 se consumían uno 33 litros per cápita; en 2005 , unos 27 litros. Y así hasta hoy. Como en el caso del Vaticano podríamos buscar explicaciones: ¿qué te quitan el carnet de conducir por puntos? ¿La ley del tabaco que hace que menos personas consuman vino porque no lo pueden hacer «fumándose un cigarrito»? ¿La crisis? ¿El precio? Lo más probable es que sea una mezcla de factores, que igual no explican de manera convincente un consumo «tan bajo» en un país donde el vino es una seña de identidad.
¿Tratando de explicar lo inexplicable?
Una posible explicación de esto último la podemos encontrar en las conclusiones de los estudios de consumo, como por ejemplo el Informe Nielsen 360º, recientemente presentado en España. En él se habla de una tendencia conocida como ‘vuelta a la madriguera’, que es la inclinación del consumidor en los últimos años a contener su gasto cuando sale de casa, consumiendo en el hogar buena parte de lo que antes consumía fuera para ahorrar. Como era de esperarse, el vino no es una excepción en esta tendencia.
Por otra parte, la Organización Internacional de la Viña y el Vino, nos habla también de una disminución de consumo en algunos de los principales países productores (entre ellos España claro) y un aumento en otros debido a la aparición de nuevos consumidores, un aumento en sus ingresos y un cambio de hábitos alimenticios.

En esta gráfica vemos que el consumo de vino ha decrecido en otros paises productores, no sólo en España.
Siguiendo con el informe Nielsen, tenemos que el consumo de bebidas en bares y restaurantes ha caído en más de un 4%, y que las bebidas alcohólicas de baja graduación, entre las que se encuentran la cerveza y el vino, han presentado un descenso en volumen de casi un 3%. Sólo los vinos con Denominación de Origen han experimentado un leve crecimiento de cerca del 2%, lo que no deja de ser una subida insignificante por tratarse de un país productor.
Donde se empieza a vislumbrar un poco de luz al final del túnel es en el consumo en el hogar: las bebidas de baja graduación fueron las que mejor evolución tuvieron, lo que, según Nielsen, ha sido gracias a los vinos, con un incremento en valor de cerca del 5% y un crecimiento de aproximadamente 2% en volumen. Sin embargo, tal parece que no se puede cantar victoria: las predicciones en cuanto al consumo de vino hasta el 2018 nos indican que éste disminuirá, aunque esta disminución no se espera que sea muy marcada.
¿Se necesita entonces incentivar su consumo?
Uno de los casos más destacados de incentivo es el de Argentina. En este país el vino ha sido declarado bebida nacional por ley y ha sido reconocido oficialmente como alimento. La nueva normativa incluye la promoción de la imagen y el logotipo del vino argentino, que está presente en todo tipo de eventos oficiales en el país y en el exterior. Asimismo, cada año se celebran en toda Argentina actos para conmemorar el Día Mundial del Malbec, la variedad de uva insignia del país.
En cuanto a los incentivos en España, el Ministerio de Agricultura ha lanzado campañas como la de Quien sabe beber, sabe vivir, para promover el consumo moderado de vino. Esta iniciativa, incluía una campaña de publicidad en medios escritos y online con la imagen de rostros famosos y hasta la edición del libro “50 recetas para disfrutar del vino”.
Todo parece indicar que la campaña no fue lo suficientemente efectiva. Pero, en una sociedad en la que los alimentos saludables ocupan cada vez más sitio en nuestra cesta de la compra, una fuerte campaña en TV, redes sociales, etc., acerca de los innumerables beneficios para la salud del vino, podría marcar una gran diferencia entre los consumidores españoles.
Otra de las tareas pendientes en España es la de acercarse más a los jóvenes, los únicos capaces de garantizar un futuro al sector en los próximos años. Más allá de que el vino es utilizado por muchos jóvenes para elaborar el popular Kalimotxo o Calimocho (vino con Coca Cola), todavía no se tiene la receta mágica para conseguir introducir el vino como bebida alternativa o complementaria de la cerveza en los lugares de encuentro habituales de la juventud.
Por otra parte, hay que destacar como muchas bodegas españolas están apostando ya fuertemente por este sector de la población con el lanzamiento de vinos más ligeros, con una imagen fresca y moderna y etiquetas orientadas especialmente a este target, pero aún así, falta la apuesta de los establecimientos de ocio, especialmente los nocturnos. Y es que muchos ven al «vino solo» como una bebida para «gente mayor», una idea preconcebida que ciertamente constituye un problema a atacar si se quiere llegar a impactar a este segmento de la población.
Más allá de los prejuicios, lo que esta muy claro es que en líneas generales todo esfuerzo hecho con miras a incentivar el consumo de alimentos saludables siempre será bien visto por los consumidores, y que si se ha fracasado en el intento pues no importa porque… ¡Perdonar es diVINO! ¡A seguir intentándolo! 😉 Para finalizar, unas preguntas: ¿Conoces algún otro caso de incentivo al consumo de vino? ¿Ha sido exitoso? ¿Cómo es el consumo de vino en tu país?
Y por ahora no me queda otra cosa más que decir que… ¡Salud!




