“Viajar te hace darte cuenta de que no importa cuánto sepas, siempre hay más que aprender“ – Nyssa P. Chopra.
¿Alguna vez has bebido alguna cerveza o algún vino mientras viajabas en avión? Si lo has hecho, quizás habrás notado que no saben igual que tomarlas cuando estamos «con los pies sobre la tierra». Todo es una mezcla de anatomía humana, aeronáutica y química, por supuesto.

Cuando despegamos, dejamos parte de nuestros sentidos químicos en tierra.
Nuestro sentido del gusto y el olfato (los llamados sentidos químicos) de alguna manera no se suben al avión con nosotros, ya que a una altitud de unos 30 mil pies de altura, perdemos según el Instituto Fraunhofer, hasta un 30% el sentido del gusto. ¿Por qué ocurre esto?
Nuestra percepción de lo salado y lo dulce cambia, debido a la caída de la presión, la sequedad de la cabina y el ruido, sí, ¡el ruido! Al entrar al avión lo primero que se ve afectado es el sentido del olfato, y a medida que el avión va alcanzando mayor altura, la presión baja y la humedad cae en picado.
¿Y el ruido? Pues en este mismo estudio, encargado por Lufthansa, se encontró que la vibración continua de un avión en pleno vuelo interfiere con la cuerda del tímpano, un nervio que pese a pasar por nuestro oído, regula nuestra capacidad de saborear.

El nervio cuerda del tímpano, determinante en la percepción de sabores.
En el caso del vino, la altura y la humedad, acentúan la acidez y el alcohol, por eso vinos con sabores más cítricos se ven muy desfavorecidos. Se ha encontrado también que los taninos, los que dan ese sabor amargo al vino, se potencian. Por esto, se sabe que vinos como el Merlot, Pinotage o Shiraz son buenas elecciones a la hora de volar.
Las excepciones a la regla.
Sin embargo, se ha encontrado que la popular bebida Bloody Mary (cuya receta básica es vodka, jugo de tomate, limón, salsa Tabasco) se ve digamos, beneficiada de las condiciones de presión y humedad a unos 30 mil pies de altura, ya que se intensifica el sabor conocido como Umami, vocablo que significa sabroso en japonés, es uno de los cinco sabores básicos junto con el dulce, ácido, amargo y salado. Se usa para decir que un alimento es delicioso en un sentido general.

Otra excepción es Betsy, creada por la Aerolínea Cathay Pacific, una cerveza especialmente adaptada a los sentidos de los pasajeros cuando éstos están a más de 30 mil pies de altura. Es mucho menos amarga, tiene fruta y miel, lo que le da un sabor que sería demasiado dulce para tomarla en tierra. Pero a las condiciones para la que fue diseñada, cae como anillo al dedo.
Así que ya saben, no es que la comida y la bebida en los aviones tienen sabores raros o son sosas, el problema en parte somos nosotros, nuestra anatomía y como ésta responde cuando estamos, literalmente, sobrevolando las nubes.
Para finalizar, y como siempre decirles: gracias por leerme y… ¡Hasta la próxima!