“No hay invierno sin nieve, ni primavera sin sol, ni felicidad sin compañeros”. Proverbio coreano.
En el medio de un invierno bastante peculiar (llamémoslo así…), mínimos históricos de temperatura y un temporal (Filomena) que ha puesto a España bajo cero, le dedicamos este post al natural protagonista de estos últimos días, y no, no nos referimos al «bicho» que, por desgracia, sigue acaparando titulares, sino a algo muy lindo y que trajo (inicialmente) muchas sonrisas: la nieve.

Y así de helados como Jack Nicholson en esta imagen (jajaja), damos inicio a este blanco y gélido recorrido de hoy.
Los copos de nieve.
Un copo de nieve se forma alrededor de partículas orgánicas o minerales en la atmósfera, y tiene unas 10^19 moléculas de agua. Cada molécula de H2O puede formar enlaces con otras 4, dando origen a una estructura hexagonal, que luego dependiendo de las condiciones meteorológicas (humedad, temperatura…) se modifica y genera a su vez otras formas que están lejos de ser un hexágono perfecto. De hecho, ningún copo de nieve es igual a otro, tal y como se explica en el muy conocido Diagrama de Nakaya.

Diagrama de Nakaya: Tipos de cristales según la temperatura.
Así es como tenemos que a unos -5ºC se tiene una forma más alargada y a unos -15ºC más aplanada. Cuando los cristales crecen mucho chocan unos con otros y generan los llamados copos de nieve, que son las partículas que llegan finalmente al suelo.
Aunque estos cristales son transparentes, sus caras y las imperfecciones de los copos reflejan todas las longitudes de onda (colores) de la luz, dando esto como resultado que la nieve se vea blanca.
¿La sal derrite la nieve?
No es que la sal derrita la nieve, lo que ocurre es con la sal, la temperatura de congelación del agua baja a alrededor de -10 ºC (aunque esto varía en función de la proporción de sal), todo debido a que se forma otro compuesto producto de un rearreglo de iones Na+ y Cl- alrededor de las moléculas de agua.

Esa es la razón por la cual se suelen rociar las carreteras con sal (o con una mezcla de agua y sal) antes de que nieve. Lo que se pretende no es derretir la nieve, sino impedir que el agua de nieve se vuelva a congelar formando esas tan peligrosas placas de hielo en calles y carreteras. Por otra parte, cabe destacar que rociar la sal sobre la nieve es mucho menos eficaz porque hay que esperar a que el calor del sol o la fricción de las ruedas de las coches fundan la nieve lo suficiente como para que la sal se disuelva en agua líquida.
Existen otros medios para lograr lo mismo que con la sal, (como la urea, la cual no se usa tanto porque puede dañar las plantas) pero éste es el más popular, y seguramente lo seguirá siendo, por ser el más accesible, seguro, ecológico y económico de todos.
Un gélido bulo negacionista.
Estos días se ha hecho viral un vídeo de una mujer diciendo que la nieve que había caído en Madrid era falsa, alegando que al quemarla con un mechero, esta no se derretía como “tendría que ocurrir” y que se ponía negra desprendiendo además un olor a plástico. ¿Nieve falsa? ¡Qué va! Química pura. Lo que ocurre se debe a la sublimación, una reacción que se observa siempre que se aplica fuego a una bola compacta de nieve y a un efecto muy similar al Leidenfrost: la primera capa de nieve sublima y forma una película de vapor que deflecta el calor. El color negro, por su parte, se debe a que el combustible del mechero no llega a quemarse totalmente, dejando restos en la nieve que dan lugar a ese olor a plástico quemado.
Por otra parte, la nieve que no esta compactada y que sí se derrite, es reabsorbida por los copos por la capilaridad de los fluidos. Así que ya ven, ni magia ni historias extrañas. Y ya que mencionamos al plástico, con toda la contaminación que hay a nivel mundial y teniendo en mente el muy conocido fenómeno de la lluvia ácida, cabe preguntarse: ¿Puede realmente haber plástico en la nieve?
Veamos…
La maldición del plástico.
Invadidos por el plástico, así estamos… Y es que por desgracia podemos encontrarlo en prácticamente todos los rincones del planeta. De hecho, se sabe que fragmentos de plástico menores a cinco milímetros han viajado hasta lugares tan remotos como la Antártida y que hasta en los cielos podemos hallarlo, tal y como lo demostró el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial de España (INTA), quienes recientemente en el 2020, enviaron aviones a surcar los cielos de Madrid para recoger muestras, para luego descubrir que existían concentraciones equivalentes a un billón de microplásticos en el cielo de la capital española.
Estos microplásticos efectivamente podrían precipitar en forma de nieve, PERO… estos son indetectables fuera de un laboratorio, y están lejos de ser suficientes como para afirmar que la nieve esta hecha de plástico. ¡Faltaría más! Pero lo que sí no se puede negar es que a pesar de que no «nieva plástico», éste es un gran problema medioambiental que parece que aún no logramos solucionar satisfactoriamente…
La verdadera nieve artificial.
Esto nada tiene que ver con teorías conspirativas sino otra vez con química. Existe una llamada nieve instantánea o artificial que no es más que poliacrilato de sodio, una sustancia de color blanco, parecida al bicarbonato de sodio, inodora e incolora, capaz de absorber en pocos segundos 20 veces su peso en agua para transformarse así en una sustancia blanca muy similar a la nieve real. Así que si quieren nieve ficticia no es necesario esperar a que caiga del cielo, la pueden comprar y fabricar muy fácilmente si algún día así les apetece.
Para cerrar, con nieve o sin nieve, espero que estén pasando este Enero tan cuesta arriba de la mejor manera posible, traten de sacar lo mejor de cada situación que vivan y nunca pierdan el optimismo. Algo más fácil de decir que de hacer, pero que bien merece la pena aunque sea intentar. ¿No creen?

Mucho ánimo, como siempre gracias por leerme y… ¡hasta la próxima!
