“Señor, que su hermosura vale un Potosí…” – Miguel de Cervantes (Don Quijote de la Mancha.)
Acabamos de celebrar el Día de la Hispanidad, el 12 de Octubre, una fecha que nos recuerda cómo hace más de cinco siglos, el encuentro entre Europa y América cambió el rumbo de la historia. Más allá de barcos y conquistas, ese momento dio origen a un intercambio profundo de ideas y formas de entender el mundo.

Primer Homenaje a Colón, José Gamelo Alda, 1892. Museo Naval de Madrid. Ayer este lienzo fue vandalizado como supuesto «acto de protesta». Una acción deplorable y totalmente injustificada. Vía Centro Virtual Cervantes.
En aquel entonces, ya existía un deseo de entender la naturaleza y dominar sus misterios. Los alquimistas intentaban convertir metales, equilibrar sustancias y alcanzar la perfección de la materia. Con los siglos, ese anhelo se convirtió en conocimiento organizado y método, dando origen a la química moderna: una disciplina que hoy nos une por la curiosidad, el pensamiento y la creatividad humana.
A continuación te cuento algunos hechos muy interesantes que conectan el Día de la Hispanidad con la química, una relación llena de descubrimientos y encuentros que siguen marcando nuestra identidad hasta el sol de hoy.
El oro, los espejos y la alquimia de la conquista.
Durante los primeros encuentros entre europeos e indígenas americanos, nació una expresión que significa «estafa» y que ha sobrevivido hasta hoy: “cambiaron oro por espejos”. Y sí, en muchos casos los pueblos originarios fueron engañados, víctimas de la codicia y la desigualdad de condiciones. Pero, la historia de ese famoso trueque en particular suele ignorar algo esencial: en ese entonces, un espejo no era precisamente un objeto banal, era más bien un artefacto de lujo, casi místico, un símbolo de poder técnico y prestigio social.

Retratos de los reyes católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, de un pintor inglés desconocido (1500-1510). Royal Collection Trust / Her Majesty Queen Elizabeth II. La expedición de Colón fue financiada principalmente por los Reyes Católicos de España, vistos en este cuadro que transmite la ilusión de un espejo. Vía El Mundo.
Fabricar espejos era un proceso costoso y complejo. Se requería fundir arena (sílice), cal y sosa a temperaturas muy altas y luego aplicar una capa metálica (como estaño o mercurio) para que el vidrio reflejara la imagen. Según el Corning Museum of Glass, sólo los talleres de Venecia y Flandes dominaban esa técnica, y un espejo podía costar tanto como una joya. Se utilizaban para adornar palacios y casas de la nobleza o la llamada, alta sociedad.
Por otra parte, el oro simbolizaba en muchas culturas americanas riqueza, poder y sacralidad. No era solo un metal precioso: representaba el sol y lo divino. Así que, intercambiar oro por espejos no fue «simplemente» un acto ingenuo, sino un encuentro entre dos visiones o formas de entender el valor: una que veía el oro como la conexión con lo sagrado y otros que encontraban en el espejo el reflejo de la conquista del conocimiento.
Metalurgia imperial: ciencia y ambición
Tras la llegada de los europeos, América se convirtió en un vasto territorio minero. Los españoles aplicaron técnicas de metalurgia y amalgamación con mercurio para extraer plata y oro, en una forma temprana de química aplicada. Los hornos coloniales se volvieron verdaderos laboratorios, dónde el fuego y los minerales se combinaban para refinar los metales preciosos mediante métodos novedosos.

La Ex hacienda de Beneficio Nuestra Señora de la Purísima Concepción en Pachuca, México. Aquí es dónde Bartolomé de Medina descubrió el proceso de patio o de amalgamación, el cual constituyó, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, una verdadera revolución en la minería de la plata. Vía Museo Virtual de Pachuca.
El proceso, documentado por Bartolomé Medina en su Tratado de Beneficio de los Metales (1555), consistía en mezclar el mineral molido con mercurio para formar una amalgama de plata. Luego, al calentar esa mezcla, el mercurio se evaporaba dejando atrás el metal precioso que se buscaba separar. Fue una innovación decisiva para el comercio mundial, pero también supuso un costo ambiental enorme. El PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) y el Instituto Geológico y Minero de España señalan que los residuos de mercurio liberados siguen afectando suelos y ríos siglos después.
Aquella alquimia imperial fue tan brillante como peligrosa y tóxica: prueba del ingenio humano y recordatorio de las consecuencias nefastas que la ambición desmedida puede tener en la naturaleza.
La plata de Potosí: el laboratorio del imperio.
En 1545 se descubrió el cerro de Potosí (actual Bolivia) una de las vetas de plata más ricas de la historia. Este hallazgo convirtió a la ciudad en el corazón productivo del imperio y en símbolo de poder global.
Miles de trabajadores indígenas y europeos operaron hornos y molinos, creando un complejo sistema de refinación que marcó el nacimiento de la primera industria química de América. Los procedimientos de fundición y amalgamación impulsaron el conocimiento de reacciones y temperaturas siglos antes de la Revolución Industrial.
Potosí llegó a ser una de las ciudades más ricas y populosas del mundo. En el siglo XVII albergaba más de 150 mil habitantes, una cifra comparable a las grandes capitales europeas de su tiempo. De sus minas salía tanta plata que se decía que podía construirse un puente de lingotes desde Bolivia hasta España. En su primer escudo, otorgado por el emperador Carlos V en 1547, se grabó un lema que reflejaba muy bien esa realidad: «Soy el rico Potosí, tesoro del mundo, rey de los montes y envidia de los reyes».
Pero con el agotamiento de las vetas y el declive del imperio, la ciudad perdió esplendor, quedando como un eco mineral de lo que fue: un lugar dónde la ciencia, la ambición y la historia brillaron y se extinguieron bajo el mismo polvo de plata…
Del ingenio colonial a la ciencia ilustrada.
Durante los siglos XVII y XVIII, la corona española promovió la creación de laboratorios reales y cátedras de química en Sevilla, Cádiz, Madrid y Ciudad de México. Estos espacios marcaron el paso de la alquimia al método experimental, con estudios sobre pigmentos, combustión y los primeros remedios elaborados con sustancias químicas.
De acuerdo con archivos de la Real Academia de Ciencias de Sevilla y la Universidad de Salamanca, esos gabinetes formaron a los primeros científicos del imperio y sentaron las bases de la enseñanza moderna. Los antiguos hornos coloniales dieron paso a matraces y balanzas: la alquimia se transformó en observación sistemática, y el saber dejó de ser secreto para convertirse en conocimiento público.
Vanadio mexicano: ciencia, mito y encuentro entre dos mundos.
En 1801, el químico Andrés Manuel del Río, español afincado en México, descubrió el vanadio al analizar minerales en Zimapán. Lo llamó eritronio, por el color rojizo que mostraban sus sales al calentarse. Sin embargo, su hallazgo fue puesto en duda por Europa, cayendo en el olvido hasta que treinta años después, el sueco Nils Gabriel Sefström identificó el mismo elemento y lo bautizó vanadio, en honor a Vanadis, nombre de la diosa nórdica Freyja, símbolo de belleza y renovación.
Hoy el vanadio se usa en aceros resistentes, baterías y pigmentos, y su descubrimiento representa uno de los aportes científicos más notables del mundo hispano. La Real Sociedad Española de la Química (RSEQ) lo considera “el primer elemento identificado en el continente americano”.
Uniendo minerales del Nuevo Mundo con la mitología del Viejo, se podría afirmar que Del Río y Sefström fueron parte del cerrar un ciclo: del oro de la conquista al vanadio de la ciencia moderna.
Memoria, reconciliación y esperanza compartida.
El día de Hispanidad nos invita a mirar el pasado sin negarlo. Hubo conquista, esclavitud, inquisición, guerras, persecusión por pensar distinto (algo que continúa pasando, por cierto)… Capítulos oscuros que un día como hoy recordamos para reflexionar acerca de qué hemos aprendido de ellos y, sobre todo, no repetirlos.
No olvidemos nunca además que de esa historia también nació algo hermoso: la unión entre pueblos, una muy positiva mezcla de culturas y un idioma en común que hoy es puente, no frontera. Hablar Español es heredar siglos de cultura, arte y ciencia; y aparte, una gran oportunidad de entendimiento y cooperación.
Y ya para cerrar, un acontecimiento muy reciente que me dio mucha alegría, y que aunque no lo parezca, se conecta profundamente con el post de hoy: la reciente entrega del premio Nobel de la Paz 2025 a la venezolana María Corina Machado, reconocida por su defensa pacífica de los derechos democráticos del pueblo venezolano.

La Mujer Maravilla tricolor, la Dama de Hierro venezolana. Merecidísimo premio a tantísimos años de lucha.
Su ejemplo muestra que el espíritu hispano está muy presente en la valentía de quiénes creen en la libertad, en la fuerza del diálogo y en la posibilidad de transformar la historia desde la paz. Porque la verdadera grandeza de nuestra herencia no está en el pasado, sino en las personas que hoy con inteligencia y esperanza, siguen creando un futuro mejor.
Sin más que añadir, y muy contenta y orgullosa la verdad, decirles como siempre: muchas gracias por estar ahí y… ¡Hasta la próxima!

