Halloween Químico: La verdad detrás de las luces que desafían la razón…

“Para que la luz brille tan intensamente, la oscuridad debe estar presente” – Francis Bacon.

Esta semana, en la que convergen Halloween y el Día de Muertos, quiero dedicar este espacio a un tema que toca una de las batallas más antiguas de la humanidad: la eterna lucha entre la luz y la oscuridad. Desde siempre, entre la superstición y el asombro, hemos buscado entender esas luces que aparecen donde, en teoría, no deberían brillar.

La fantasmagórica y legendaria luz mala

A continuación, te cuento sobre cinco fenómenos que durante siglos fueron vistos como señales cósmicas, divinas o del más allá, y que hoy sabemos que son, en realidad, manifestaciones sorprendentes de la energía, los gases y la vida misma.

1. La luz mala y el Fuego Fatuo: el fuego de los muertos.

En los campos de Suramérica y los pantanos de Europa, viajeros y campesinos cuentan historias de llamas azuladas que flotan sin quemar. Los gauchos las llaman luz mala; en Europa, fuego fatuo. Ambos, se puede decir que nacen del miedo a la luz que aparece dónde solo debería haber oscuridad.

Muchos testigos aseguran que este resplandor no solo surge de forma repentina, sino que parece moverse o incluso seguir a quién lo observa, como si tuviera voluntad propia. En las llanuras abiertas, el fenómeno se vuelve más inquietante: una luz que avanza, se detiene y cambia de dirección, dando la impresión de estar “viva”.

Un fuego fatuo, una luz difusa que se puede ver por la noche cerca de los pantanos y cementerios, sería «un espíritu astuto» según la tradición popular. Cromolitografía del siglo XIX. Artista desconocido.
Private Collection / Bridgeman Images.

La ciencia revela que estos fenómenos surgen cuando la materia orgánica en descomposición libera gases como metano (CH4), fosfano (PH3) y difosfano (P2H4). Estos compuestos son tan inestables que se encienden espontáneamente al contacto con el oxígeno húmedo del aire, generando una llama fría azul o verdosa. El movimiento aparente se debe a corrientes de aire que desplazan burbujas de gas en combustión y a efectos ópticos causados por la distancia y la oscuridad, lo que crea la ilusión de que la luz “persigue” al observador.

Así que, en esencia, se trata de una combustión química espontánea, un ejemplo natural de quimioluminiscencia, donde la energía de la reacción se libera en forma de luz.

2. Luces de Hessdalen: Ovnis de Plasma.

En el valle noruego de Hessdalen, desde los años ’80, cientos de testigos han visto esferas luminosas que se mueven lentamente sobre el horizonte. Durante décadas se pensó que eran naves extraterrestres o señales del más allá.

Se han propuesto varias explicaciones: desde reflejos atmosféricos hasta relámpagos en forma de esfera. Sin embargo, una de las teorías más respaldadas por investigaciones científicas sugiere que el fenómeno tiene una causa natural: el suelo de Hessdalen contiene minerales como azufre, fósforo y silicio, que al liberar ciertos gases pueden cargar eléctricamente el aire. Cuando eso ocurre, las partículas del aire se “ionizan”, es decir, adquieren una carga eléctrica, y el gas se transforma en un tipo especial de materia llamado plasma frío.

Los países nórdicos son mucho más que auroras boreales. Aquí, las aún   misteriosas, luces de Hessdalen en Noruega. Foto de Bjørn Gitle Hauge.

Este plasma, emite luz, y según los materiales presentes, brilla con distintos colores, del azul al rojizo. A esto se suma que, al chocar o presionarse, las rocas de la zona generan pequeñas descargas eléctricas, un fenómeno llamado piezoeléctrico, que aporta aún más energía. Así, la luz parece flotar y cambiar de color, como si la montaña «respirara electricidad».

Lo que en otros tiempos se tomó como algo sobrenatural es, probablemente, una descarga eléctrica natural producida por la propia Tierra.

3. El mar que brilla: bioluminiscencia natural.

En ciertas playas del mundo, cuando cae la noche y el mar se agita, el agua se ilumina con destellos azul eléctrico. Durante siglos, los pescadores creyeron que era una señal divina o el reflejo de almas marinas. Hoy sabemos que ese resplandor proviene de millones de microorganismos marinos llamados dinoflagelados.

La bioluminiscencia alrededor de unas embarcaciones de madera en el pueblo pesquero de Xiaoheishi, en China. Vía National Geographic.

Dentro de sus diminutos cuerpos producen una molécula llamada luciferina (del latín, lux, “luz”), que al mezclarse con oxígeno mediante una enzima especial, emite un brillo azulado. Este proceso, conocido como bioluminiscencia, no genera calor: toda la energía se libera como luz.

La reacción ocurre como defensa: cuando algo los agita (una ola, un pez o una mano), se iluminan para confundir o ahuyentar posibles depredadores. Así, el mar que parece vivo no es una ilusión, sino un ejemplo perfecto de cómo la vida transforma la energía química en belleza visible.

4. Los fuegos de San Telmo: almas en el mástil.

Durante las tormentas, los marineros medievales veían luces azuladas bailando en las puntas de los mástiles y pensaban que eran espíritus protectores o advertencias del cielo. En realidad, estaban presenciando uno de los espectáculos eléctricos más hermosos de la naturaleza.

Cuando una tormenta carga la atmósfera con electricidad, el aire alrededor de objetos puntiagudos, como mástiles, cruces o antenas, se ioniza, es decir, sus moléculas se cargan eléctricamente. Esa energía acumulada se libera en forma de un brillo azulado o violeta conocido como descarga de corona. Es el mismo principio que hace brillar los tubos de neón, pero aquí ocurre de forma natural, en medio del mar o el cielo, bajo la lluvia o entre nubes cargadas.

Fuego de San Telmo, antes observado en barcos, y hoy en día, también en aviones.

Este fenómeno recibió su nombre en honor a San Telmo (San Erasmus de Formia), patrón de los marineros, porque estos creían que eran una señal de protección durante las tempestades. Por eso, lejos de temerlas, las veían como una bendición: una prueba de que habían sobrevivido a la furia del cielo y el mar.

Hoy se observa también en el mundo de la aviación: los pilotos reportan destellos violetas o filamentos luminosos en las puntas de las alas o la cabina de los aviones, causados por la misma descarga de plasma cuando la aeronave atraviesa una nube de tormenta. En definitiva, ya sea en el cielo o en el mar, tenemos aquí todo un recordatorio de cómo el aire se ilumina cuando la electricidad lo atraviesa.

5. El Relámpago del Catatumbo: el fuego eterno venezolano.

En la cuenca del río Catatumbo, en Venezuela, se da un espectáculo natural que ilumina los cielos, un fenómeno de relámpagos como salido de otra dimensión, con una actividad de 140 a 160 noches al año, durante unas 10 horas diarias, que produce hasta 280 golpes por hora. Reconocido en el Libro Guinness de los Récords como «el lugar del mundo con la mayor concentración de relámpagos por kilómetro cuadrado al año», fue durante siglos considerado un fuego sagrado o una señal de los dioses.

La ciencia descubrió que este fenómeno se produce gracias a la combinación de calor, humedad y gases del suelo. Los pantanos de la región liberan metano, un gas muy ligero que asciende y aumenta la conductividad del aire. Cuando ese aire cálido choca con las corrientes frías de la cordillera andina, se generan enormes diferencias eléctricas. El resultado son descargas que pueden producir más de 200 relámpagos por hora, en una tormenta casi continua.

El célebre fenómeno visto en la desembocadura del río Catatumbo con el Lago de Maracaibo. Vía Cordon Press.

El metano no causa los rayos por si solo, pero potencia el ambiente eléctrico, convirtiendo el cielo en un laboratorio natural de energía. Por eso, el fenómeno se le conoce como el faro del Caribe: una luz constante, visible a cientos de kilómetros y que brilla sin descanso.

Como ven, de los pantanos al mar, del cielo al mástil, estas historias nos recuerdan que la naturaleza no necesita magia para brillar, y que comprender la ciencia que hay detrás no les quita encanto, solo nos enseña a verlas, y hasta admirarlas, de otra manera.

Para cerrar, una pregunta: ¿Cuál de las anteriores es tu luz favorita?

Ya sin más que añadir, como siempre gracias por esta ahí, y…¡hasta la próxima!

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