«La esperanza es el sueño del hombre despierto» – Aristóteles.
Cuando vi ancianos alistarse en el ejército venezolano supe que tenía que escribir sobre el tema. No me movió tanto el hecho de que esto es, sin duda, uno de los grandes acontecimientos del momento, sino esas imágenes que muestran a los más vulnerables dispuestos a ir a una guerra. Algunos cínicos preguntarán: ¿es que acaso no tienen derecho? Y la respuesta es obvia: Claro que están en su derecho de querer defender a su país, pero el hecho de que esto se muestre con orgullo es indignante: un reflejo brutal de lo que se ha llegado a normalizar en esa nación donde pasa lo inimaginable. Surrealista a la par de cruel.
Porque Venezuela no es solo un asunto de petróleo o de diplomacia internacional, es la vida diaria de un pueblo que resiste como puede mientras sufre las consecuencias de un régimen aferrado al poder. Y para quienes conocemos esta realidad muy de cerca, y viendo como escala la tensión con EE.UU., la pregunta resulta inevitable: ¿se acerca el fin de Maduro?
Dicho esto, a continuación exploramos los puntos más importantes acerca de estos momentos tensos que se viven entre EE.UU. y Venezuela, su relación con la química y como todo esto puede marcar un punto de inflexión en la historia del país sudamericano.
La química del petróleo: riqueza que se vuelve maldición.
Se suele decir que la verdadera maldición de Venezuela es el petróleo. Tenemos así como el crudo pesado y extrapesado de la Faja del Orinoco, su principal yacimiento petrolero y una de las mayores reservas probadas del mundo, está cargado de azufre, vanadio y níquel, por lo cual necesita ser sometido a procesos costosos y complejos como el craqueo catalítico o la hidrodesulfuración, procesos que solo unas pocas refinerías dominan, sobre todo en EE.UU. Esto lo convierte en un salvavidas geopolítico, una gran fuente de ingresos, claro está, pero también en la trampa que mantiene al país encadenado.
Lo más triste es que Venezuela siempre ha tenido la posibilidad de diversificar sus ingresos. Además de petróleo, cuenta con reservas inmensas de gas, oro, hierro, bauxita, diamantes y coltán, recursos que han sido depredados por la corrupción y mala gestión.
También tiene un enorme potencial agrícola y turístico con paisajes únicos, que incluyen desde el Salto Ángel, la cascada más alta del mundo, hasta los Andes y el Caribe, sitios paradisíacos que pueden convertir al país en un referente mundial. Sin embargo, todos estos sectores son muy poco aprovechados, dejando a Venezuela atada a un solo recurso que hoy sostiene a un gobierno mucho más que cuestionado y, lo peor, que condena a su pueblo.
El crudo como arma geopolítica y motor del éxodo.
La composición del petróleo venezolano no solo explica su dependencia, sino también su posición en el tablero internacional. Tras las sanciones de EE. UU., Maduro buscó oxígeno en China, Rusia e Irán. Redirigió su producción a China a precios rebajados, aceptó que Irán proveyera los diluyentes necesarios para la producción y dependió en gran medida de inversionistas rusos para mantener la extracción operativa.
Así, el petróleo dejó de ser motor para el desarrollo para transformarse en una herramienta de supervivencia del actual gobierno venezolano y moneda de cambio en la geopolítica global.

Record de inflación, una durísima realidad donde los salarios son devorados por los altos precios y la subida constante de los mismos.
Cabe destacar las consecuencias internas, las cuales son devastadoras: con la agricultura, el turismo y la minería responsable en horas bajas, más del 80% de los venezolanos vive en la pobreza, mientras los ingresos del crudo solo llegan realmente a beneficiar, a lo que podríamos llamar, una élite. Este colapso ha empujado a más de 7,7 millones de personas a huir en la última década, dando lugar a la segunda mayor diáspora del mundo después de Siria.
En Venezuela, la química del petróleo esta directamente ligada tanto a la política exterior como al drama humano de un país que, lamentablemente, no deja de generar malas noticias.
Biden: concesiones fallidas y fraude electoral.
La administración Biden apostó por la diplomacia. En 2023 levantó parcialmente sanciones tras el Acuerdo de Barbados, confiando en que eso abriría la puerta a elecciones transparentes. Sin embargo, en 2024 Maduro se proclamó ganador en unos comicios sin garantías, ante la abierta y muy legítima incredulidad de muchos, y calificados por organismos internacionales como un fraude. Aún así, empresas como Chevron recibieron licencias para seguir operando en Venezuela, inyectando recursos vitales al régimen y debilitando la presión internacional.
Trump: la estrategia de acorralar a Maduro.
Trump tomó el camino opuesto. En Agosto de 2025, ordenó el despliegue de destructores Aegis, submarinos nucleares y miles de marines en el caribe, bajo el argumento de combatir el narcotráfico. Además, duplicó la recompensa por la captura de Maduro por 50 millones de dólares, acusándolo de encabezar el “Cartel de los Soles” y proteger redes criminales internacionales. Este señalamiento refuerza la narrativa de que el país no solo representa una gran crisis humanitaria, sino una amenaza hemisférica que justifica medidas militares.
Para muchos analistas, esto no se trata de una invasión inminente sino más bien de una demostración de fuerza destinada a aislar y presionar al régimen para llevarlo al límite.
El caso venezolano muestra como la química de un recurso natural puede definir el destino de un país. El crudo pesado y extrapesado hoy sostiene al chavismo, pero también lo limita: es caro de procesar, necesita aliados externos y cada barril vendido con descuento refleja más debilidad que poder.
Con la certeza de alguien que conoce muy bien y muy de cerca la durísima realidad de los venezolanos, decir también que espero se encuentre una salida a este conflicto y que cada vez más personas dejen de defender o, peor aún, romantizar la situación de países como Cuba y Venezuela, países de los que la gente no es que escapa por gusto, sino porque es su única forma de sobrevivir y más allá de eso, de tener una vida realmente digna, ajustada a sus metas, y no a lo que otros les quieran imponer.
Para cerrar, y como dice la sabiduría popular: «amanecerá y veremos.»
¡Gracias por leerme y hasta la próxima!



